Meta, en un giro estratégico: La empresa de Zuckerberg se asocia con la industria militar y redefine su rol en Silicon Valley
La alianza entre Meta y Anduril Industries para desarrollar tecnología de realidad extendida para uso militar marca un punto de inflexión. La movida no solo reconcilia a Mark Zuckerberg con el polémico Palmer Luckey, sino que redefine el papel de las grandes firmas tecnológicas en la defensa y genera nuevas preguntas sobre la privacidad y la percepción pública en la era de la inteligencia artificial.
El gigante tecnológico Meta ha dado un paso audaz al anunciar una alianza estratégica con Anduril Industries, empresa líder en tecnología de defensa. El objetivo: desarrollar soluciones de realidad extendida (XR) para aplicaciones militares. Esta sociedad, que incluye el proyecto Eagle Eyes, no solo representa un giro radical en la postura de Meta hacia los contratos de defensa, sino que también sella una inesperada reconciliación entre Mark Zuckerberg y Palmer Luckey, fundador de Oculus y actual CEO de Anduril, ocho años después de su controvertida salida de Facebook.
Según informó Intelligencer, ambas compañías emitieron una declaración conjunta anunciando su colaboración para "diseñar, construir y desplegar una gama de productos XR integrados que proporcionen a los combatientes una percepción mejorada y permitan el control intuitivo de plataformas autónomas en el campo de batalla". Luckey, por su parte, declaró que su "misión ha sido convertir a los combatientes en tecnomágicos, y los productos que estamos construyendo con Meta hacen exactamente eso", lo que sugiere una visión ambiciosa de la tecnología en el ámbito bélico.
La colaboración entre Meta y Anduril se centrará en el desarrollo de tecnologías XR para uso militar, con el proyecto Eagle Eyes como punta de lanza. Luckey detalló en el podcast Core Memory que esta iniciativa forma parte de un plan más amplio para integrar capacidades avanzadas de percepción y control en el equipamiento de las fuerzas armadas estadounidenses. Esta alianza permite a Meta canalizar parte de su vasta investigación en realidad virtual y aumentada hacia aplicaciones de defensa, aprovechando la probada experiencia de Anduril en el sector militar. Es importante destacar que la compañía de Luckey asumió este año una parte sustancial del contrato de Microsoft de 22.000 millones de dólares para construir cascos "HoloLens" para soldados, un proyecto que había enfrentado dificultades técnicas, incluyendo problemas que causaban náuseas a los usuarios.
Reconciliación y monetización: Las claves del giro de Meta
La alianza entre Meta y Anduril marca el fin de una ruptura de ocho años entre Meta y Palmer Luckey. Este último fue despedido de Facebook en 2016 tras revelarse que había financiado un comité de acción política pro-Trump que colocó vallas publicitarias pidiendo el encarcelamiento de Hillary Clinton. El incidente, que Luckey describió como un "asesinato por redes sociales", había generado una brecha significativa. Sin embargo, Andrew Bosworth, ejecutivo de Meta, ofreció recientemente una disculpa pública a Luckey, quien la aceptó, y Zuckerberg declaró a la revista Tablet que se sintió "triste cuando el tiempo de Luckey en Meta llegó a su fin". Esta reconciliación coincide con el compromiso declarado de Zuckerberg de regresar a las "raíces de Meta en torno a la libre expresión", aunque Intelligencer cuestiona si esta apertura se extendería a un ejecutivo actual que financiara un comité anti-Trump, poniendo en relieve la doble moral que podría surgir.
Detrás de este giro estratégico, hay una necesidad financiera concreta para Meta. Desde que la compañía se rebautizó en torno al concepto del metaverso, ha invertido casi 100.000 millones de dólares en tecnologías de realidad virtual y aumentada. A pesar del progreso técnico significativo en hardware portátil e investigación óptica, estos desarrollos han generado pocos ingresos tangibles. La asociación con Anduril ofrece a Meta una vía para monetizar parte de esta producción tecnológica y, potencialmente, obtener una compensación económica significativa. Las primeras versiones del hardware de realidad aumentada de Microsoft, que tenían tendencia a causar náuseas a los soldados, se remontan a un contrato que la empresa ganó en 2018, cuando Oculus era todavía una unidad relativamente pequeña dentro de Facebook.
Un patrón en Silicon Valley: De la librería al complejo tecnológico-industrial
La incursión de Meta en el sector militar se inscribe en una tendencia más amplia dentro de la industria tecnológica. Las empresas del ámbito tech han mantenido vínculos históricos con la defensa, y durante medio siglo ha sido una suposición segura que cualquier compañía mainstream suficientemente exitosa eventualmente comenzaría a licitar contratos en ese rubro.
Google, por ejemplo, evolucionó de un motor de búsqueda a convertirse en un socio integral del Departamento de Defensa y la NSA. Amazon, la librería online de la era puntocom, ahora mantiene contratos masivos con el sector militar. Antes de la oferta pública inicial de Facebook en 2012, habría parecido absurdo especular sobre cómo Zuckerberg podría pivotar hacia la defensa, pero el crecimiento de la empresa hacia una "omnifirma de los años 2020" -una empresa de inteligencia artificial, de dispositivos y una institución de investigación- hizo este desarrollo prácticamente inevitable.
Implicaciones: Privacidad, percepción pública y el riesgo de ser una "Raytheon 2.0"
Este renovado abrazo de la tecnología a los contratos de defensa llega en un momento complejo. Todas las empresas que se alinean para trabajar con la administración actual también compiten para construir sistemas de inteligencia artificial poderosos y de propósito general que hacen que las nociones de privacidad de la era de las redes sociales parezcan anticuadas.
La liberación súbita de temores sobre la reacción liberal y de empleados ocurre al mismo tiempo que estas empresas están generando, en una parte mucho más amplia de la población, ansiedades mucho más grandes sobre la inteligencia artificial. De acuerdo con el análisis de Intelligencer, surgen interrogantes sobre si el público se preocupará de que su asistente de voz omnipresente sea operado por una empresa que también trabaja para la NSA o ICE, y si la apuesta por despolitizar los contratos de defensa en la segunda administración Trump hiperpolarizada podría resultar contraproducente.
La transformación de Meta plantea una cuestión fundamental: ¿el público comenzará a percibir algunas de las empresas más presentes en sus vidas, menos como Apple y más como Raytheon, un gigante de la industria militar? Zuckerberg y el resto del complejo tecnológico-industrial en proceso de militarización están en camino de descubrir las respuestas a estas preguntas críticas sobre el futuro de la relación entre la tecnología de consumo y la industria de defensa. Este giro de Meta no es solo una decisión de negocios, sino un reflejo de cómo las fronteras entre el ámbito civil y el militar se desdibujan cada vez más en la era de la alta tecnología.