ECONOMÍA

Entre el cemento y el ajuste: El incierto futuro de la obra pública en Argentina bajo el gobierno de Milei

La obra pública en Argentina atraviesa un momento de profunda transformación. El gobierno de Javier Milei ha impulsado una drástica política de "motosierra" fiscal, paralizando o ralentizando numerosos proyectos de infraestructura. Esto genera incertidumbre sobre el desarrollo regional, el empleo y la relación con los gobernadores, quienes denuncian un "condicionamiento político" y se ven forzados a buscar alternativas de financiamiento privado.

El panorama de la obra pública en Argentina siempre ha sido un tema complejo, oscilando entre periodos de auge y contracción, y profundamente entrelazado con la política, la economía y el desarrollo territorial. Históricamente, la infraestructura pública -como caminos, puentes, escuelas, hospitales, redes de saneamiento y represas- fue concebida como un motor esencial para el desarrollo económico y la mejora de la calidad de vida de los habitantes. Además, ha sido un gran generador directo de empleos, impulsando las economías regionales y la actividad de innumerables empresas de construcción y suministros.

Sin embargo, este sector también ha enfrentado desafíos persistentes. La falta de un control riguroso, la ejecución ineficaz de proyectos y un manejo presupuestario a menudo discrecional han derivado en sobrecostos, demoras y, en ocasiones, en la paralización de proyectos. La Ley de Coparticipación Federal, aunque busca equilibrar la distribución de recursos, no siempre ha garantizado una asignación equitativa o eficiente de fondos para la obra pública, generando tensiones y dependencias políticas, un motivo de queja constante de los gobernadores.

Hoy, la pregunta clave es: ¿Qué futuro le depara a la obra pública en Argentina? ¿Es solo "austeridad", una "reconfiguración", o ambas?


Cambio radical con la "motosierra" fiscal

La llegada del gobierno del Presidente Javier Milei ha marcado un cambio radical en la planificación y ejecución de la obra pública. En un contexto de profundo reordenamiento financiero y una política de "motosierra" fiscal, la administración ha priorizado la reducción drástica del gasto público. Esto ha resultado en la paralización o intensa ralentización de múltiples proyectos de infraestructura a nivel nacional, que actualmente están siendo discutidos con los mandatarios provinciales para evaluar su viabilidad.

Esta situación ha llevado a gran parte de la oposición a denunciar un claro "condicionamiento político a gobernadores". Critican que la continuidad o reactivación de ciertas obras parece estar hoy supeditada a la alineación política con el gobierno central, lo que genera fricciones y acentúa las asimetrías en el acceso a los recursos. Se observa que el manejo del presupuesto, bajo la óptica de la austeridad, se ha vuelto extremadamente centralizado, limitando la autonomía de las provincias para definir sus prioridades de infraestructura. Esto las obliga a recalcular sus planes y, en muchos casos, a buscar auxilio privado y la inversión externa para poder avanzar.


Un futuro incierto y el desafío de la inversión privada

El futuro de la obra pública en Argentina bajo esta administración es, por ahora, una incógnita. Si bien se ha manifestado la intención de impulsar obras a través de modelos de Participación Público-Privada (PPP) y nuevas concesiones, la concreción de estos esquemas se ve desafiada por la desconfianza que aún persiste en el sector privado, en un contexto de cierta inestabilidad económica y jurídica (a pesar de los datos positivos del INDEC y los resultados gubernamentales). También influye la capacidad de financiamiento del propio Estado.

La creación de empleo en las provincias, que tradicionalmente dependía en gran parte de la obra pública, se encuentra en una situación de limbo, al menos desde la perspectiva social, después de un año y medio del gobierno libertario. La esperanza reside en que la inversión privada pueda compensar la aparente retracción gubernamental, pero este es un proceso gradual y selectivo. Aún está por verse si resultará justo y productivo en la distribución del trabajo en todo el territorio argentino.

Además, en este escenario, la Ley de Coparticipación Federal debería ser revisada parlamentariamente para garantizar una distribución de fondos que no condicione políticamente a los gobernadores y que promueva un desarrollo federal equitativo, más allá de la coyuntura económica.

Como desafío final, la obra pública en Argentina se encuentra en un momento de profunda transformación. La tensión entre la necesidad de infraestructura para el desarrollo y la imperiosa realidad de austeridad plantea un escenario complejo. El principal reto para los años venideros será encontrar el equilibrio entre la eficiencia, la equidad territorial y la sostenibilidad financiera.

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